¿Qué tal si usamos una
jarra, un vaso y un poco de agua para ejemplificar el proceso enseñanza –
aprendizaje en las escuelas del siglo XXI?
Por Galdino Enríquez Antonio
Una
representación tradicional de los procesos educativos del siglo pasado, tenían
como actores principales un vaso, una
jarra y un poco de agua. El vaso, regularmente vacío, representaba al
alumno, quien llegaba a la escuela para que recibiera conocimiento de sus
mentores. Era responsabilidad de la escuela, junto con los profesores, llenar
en la medida de lo posible, el vaso vacío con agua.
La jarra, vasija,
recipiente, cántaro, era la figura del docente, quien con mucho o poco conocimiento
(agua), le bastaba para darles un sorbo de “sabiduría” a cada vaso. La vasija
era quien conocía la fuente de donde emanaba el agua. De vez en cuando, la
jarra, iba en busca de esa agua; y para no estar yendo constantemente a la
fuente del conocimiento, la racionaba.
En
los albores del siglo XXI, esta concepción de los procesos educativos, ha
cambiado sustancialmente. Si usamos los elementos de la representación
tradicional (vaso, jarra y agua), para ejemplificar el proceso de enseñanza –
aprendizaje actual, tendríamos la siguiente representación:
El alumno, el vaso vació, pretende
mantenerse así.
Porque llegar a clases con un poco de agua (conocimiento) al interior del vaso,
implica dedicar tiempo a lecturas personales, investigaciones puntuales,
concentrarse en tópicos propios de cada asignatura. Cargar el vaso con algo de
agua, significa responsabilidad, cuidado, dedicación y esmero para conseguir
esa agua y cuidar de no perderla en un resbalón.
La ley del menor esfuerzo
tiene cabida entre los valores heredados. El hábito de extender la mano para pedir no
ha sido fácil de quitar, puesto que existen paternalismos escolares, familiares
y gubernamentales que tienen dispuesto las manos en sus cántaros para solventar
las necesidades que se le presenten al vaso, que procura mantenerse vacío ante
las exigencias académicas.
El docente, la jara que
llegaba como quería a clases,
tiene ante sí el reto de ir todos los días a rellenarse de conocimiento a las
fuentes donde brota cristalina el agua. Hasta ahora no ha sido tan requerido
este proceso, puesto que el vaso prefiere llegar para que le sirvan y muchos
vasos se conforman con lo poco que le puedan dar.
Exigirle
al vaso que llegue con un poco de agua y que muestre a los otros miembros de la
clase lo que trae, de donde lo obtuvo y como lo hizo, es una cultura que está
en proceso de construcción; es el reto
del siglo XXI. La labor de la jarra, en el presente siglo, es mantenerse
siempre llena, nunca a medias o semivacío, porque si los vasos le llegan a
exigir, debe estar presto a satisfacer la sed de conocimiento que pueda darse
en el proceso de enseñanza – aprendizaje.
Hasta
ahora, el agua puede ser tomada de cualquier fuente, pero dentro de poco,
cualquier fuente no será suficiente. Deberán
ser fuentes puras, donde el agua es tomada directamente del manantial,
porque si se toma de cualquier lugar, podrá estar contaminada, adulterada y
entonces, será el fracaso del sistema que use la jarra para el desarrollo del
proceso enseñanza – aprendizaje.
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