jueves, 9 de julio de 2015

¿DIESTRO O ZURDO? - Segunda Parte

Por Joaquín Campos Galindo

Leer ¿DIESTRO O ZURDO? – Primera Parte http://institutokng.blogspot.mx/2015/07/diestro-o-zurdo.html
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Llegó el periodo de exámenes del tercer bimestre durante la siguiente semana y los resultados fueron desalentadores. Me dirigí a su casa una tarde fría de marzo. Me recibió su padre, quien era maestro rural, en una escuela bilingüe tzotzil. Le informé la situación académica de su hijo y le notifique la inevitable reprobación de José Abel.
-          Como padre no me gustaría que eso sucediera. Aunque sé lo que implica enviarlo a la secundaria con sus empobrecidas habilidades académicas – fue la respuesta del padre.
Traté de refutar su decisión como padre y docente que él era.
-          No me niegue ese derecho que tengo, es mi hijo y correré el riesgo – me dijo.
-          He observado algo en su hijo y espero que usted me ayude a entenderlo – le expuse.
Con suma atención me permitió hablar sobre la situación.
-          Su hijo escribe con la mano derecha, pero he visto que las demás actividades las realiza como si fuera un niño con las habilidades de un zurdo. Lo puse a lanzar piedras y lo hizo con la mano izquierda. Cuando juega basquetbol lo hace como un zurdo. Mi abuelo es ambidiestro, entiendo de lo que se trata. En el caso de su hijo, ¿esto es así?
-          No – fue la respuesta. Mi hijo es un zurdo y no quise que se burlaran de él por ser así. Por lo tanto, cuando comenzó a ir a la escuela y a tomar el lápiz, yo le amarraba la mano izquierda y le obligué a tomar el lápiz con la mano derecha; por eso escribe con esa mano.
Me quedé mudo por un momento, no sabía que decir. Yo crecí en un lugar donde a los zurdos se les tiene en mucha estima por sus habilidades en los deportes. Tengo un tío zurdo, un primo zurdo, mi vecino es zurdo. Cuando contrataban juradores fuereños de béisbol para el equipo del lugar, contrabatan a un pícher zurdo, a un jardinero zurdo. Me contuve mucho, pero quería preguntarle a gritos al papá por que hizo eso, siendo que también él era docente, como le haría eso a su propio hijo.
Ahora entendía todo. Los hemisferios cerebrales el niño tenían serios conflictos. El niño había desarrollado complejos que no eran para él. Salí de aquella casa con muchas incógnitas, muchas más dudas que con las que llegué. Me presenté en aquel hogar para informarle la familia que su hijo repetiría el grado. Ahora me iba después de haber discutido con el padre. Le pregunté a cuantos de sus hijos les hizo lo mismo. A cuántos de sus alumnos le había amarrado la mano izquierda por ser zurdo. Me enojé tanto por lo que hizo que el padre se apenó.
-          Lo sé profesor, me dijo, pero el daño ya está hecho, por eso le pido que lo apruebe. Le doy mi palabra, que hare lo que esté a mi alcance para recuperar parte de lo que se ha perdido.
Mis estrategias cambiaron. Le busqué un pupitre para zurdos, aunque con frecuencia volvía a su antigua silla. Le puse ejercicios de caligrafía, pero le pedía que lo hiciera con la mano izquierda. Le enseñe a escribir con esa mano. Poco a poco tomó confianza y mejoró su letra, a diferencia de cómo lo hacía con la mano derecha. Comenzó a realizar mejores cuentas y a entender un poco lo que leía. El padre preguntaba por él con más frecuencia y yo indagaba si lo golpeaba, puesto que el niño cambió su disposición y actitud en clases. Ya no fue más un niño retraído o cohibido.
Cuando visité su hogar, cuando alguien hablaba con otro miembro de la familia, se decían o pedían cualquier cosa en tzotzil. La madre se mostró sometida y el padre controlador. Los niños escondidos tras la puerta, escuchaban con temor la charla con el papá. Pero ahora veía que el ánimo de José Abel era diferente. Él fue una víctima de las creencias de muchas personas. Que el ser zurdo es una maldición. Que es cosa del demonio. Si supieran que hemos creado un mundo al revés para ellos.

Si tiene un hijo(a) zurdo(a), no lo satanice. Un hijo zurdo es una bendición. Busque orientación, que le permita a usted favorecer su desarrollo y no estropeárselo. Platique con él sobre cómo le gustaría que se coloquen los muebles en su habitación o los cubiertos en la mesa. La orientación de la iluminación en los espacios de estudio, es diferente al de un niño derecho. El mouse del computador deberá activarlo distinto. Hay tantas cosas que hacer con un hijo zurdo, pero lo que no debe faltar, es su amor por él.

¿DIESTRO O ZURDO? - Primera Parte

Por Joaquín Campos Galindo

Su español tenía un acento diferente y con una pronunciación deficiente. El volumen de su voz contaba con pocos decibeles. Tenía que acercarme a él con frecuencia para poder oírle. También debía pedirle que repitiera lo que deseaba comunicar. A veces mezclaba palabras de su lengua madre con el español que hablaba. Es más, prefería guardar silencio cuando no podía articular las palabras correctas en español.
Llegó a ser alumno de mi clase de quinto grado a medio ciclo escolar, tras la renuncia repentina de la maestra de grupo. Mi clase se volvió un grupo binario, por atender cuarto y quinto grados al mismo tiempo, en la misma aula. No fue mi prioridad aquel niño de mirada taciturna. Estaba preocupado en encontrar las estrategias que me permitieran trabajar con ambos grupos en el mismo espacio.
La situación académica de este alumno, era preocupante. No reunía las características escolares mínimas para cursar el sexto grado. Si estuviera en mis manos decidir respecto a su promoción o no de grado, considero que si lo reprobaría. Sin embargo, las notas que registró la maestra que tuvo en la primera parte del ciclo escolar, no harían posible la repetición de grado.
Para sorpresa mía, el siguiente año escolar tuve la responsabilidad de atender a los alumnos del sexto grado. Me vi frente a él, y pensé en el trabajoso año que pasaría con él. Decidí hacerlo leer. Que leyera en silencio; que leyera en voz alta. Elaboré una serie de preguntas que respondería tras hacer sus lecturas. Mejoró muy poco, casi nada, en los rubros que deseaba que marcara diferencia en lo que le propuse.
No logré hacer que comprendiera los textos más sencillos que encontré. En mi desesperación por los pocos avances, lo puse a copiar lecturas. Textos cortos y largos; casi siempre se llevaba toda la mañana sin avances significativos. ¡Qué decir de su caligrafía! Era pésima. No lograba, por más esfuerzo que yo hacía, descifrar sus garabatos. Lo puse a realizar ejercicios caligráficos. Trate en vano de hacerle memorizar un poema. Intenté que algunos de sus compañeros le ayudaran, nada pudieron hacer. Busqué la manera que contara frente a la clase sus vivencias durante las vacaciones. No pronunció palabra alguna.
Se me acabaron las estrategias. Mi corta experiencia como docente me ató para llevar el caso ante otros compañeros, ante la dirección o compañeros de estudios. A veces los maestros nos enfrascamos en nuestras ideas, creencias y estrategias, cuando hay un mundo en derredor nuestro dispuesto a compartirnos sus herramientas. Este error de la novatez, el de suponer que nadie nos tenderá la mano o prejuiciarse con el qué dirán, se paga muy caro muchas veces.
Una mañana de invierno lo vi jugar basquetbol en el recreo. Me llamó mucho la atención la forma como lanzaba el balón. Pensé para mis adentros: sólo un niño zurdo podría hacer esos tiros o esos dribles. Yo no tenía en el salón a ningún niño zurdo. Todos escriben con su mano derecha, juzgué. Cuando concluyó el receso, esperé a la clase de pie junto a la puerta del salón. Una vez que todos estuvieron dentro, llamé a José Abel al patio.
Sobre el cerco de matorrales de la escuela, la que colindaba con un lote baldío, coloqué una botella de vidrio. Le pedí a él que tomara una piedra y se la tirara a aquella botella. Mis sospechas eran ciertas, tomo la piedra con su mano izquierda y la lanzó con una precisión envidiable al centro de la botella. Emocionado por el descubrimiento, coloqué una segunda botella sobre el cerco y le volví a pedir que repitiera su lanzamiento. Los pedazos de vidrio volaron en todas direcciones.
Comenzó un largo interrogatorio de mi parte hacia él. Obtuve pocas respuestas comprensibles y satisfactorias. Pero me quedó claro que aunque escribía con la derecha, todas las demás actividades lo hacía como un niño zurdo: amarrarse las agujetas, hacer un tiro al tablero, esquivar a un compañero mientras jugaban a las atrapadas, sacarle punta al lápiz, borrar sus garabatos en el cuaderno… un sinfín de cosas hacía de manera diferente a sus compañeros.

Para leer la segunda parte de la historia, dar clip en: http://institutokng.blogspot.mx/2015/07/diestro-o-zurdo-segunda-parte.html  

Llegó el periodo de exámenes del tercer bimestre durante la siguiente semana y los resultados fueron desalentadores. Me dirigí a su casa una tarde fría de marzo. Me recibió su padre, quien era maestro rural, en una escuela bilingüe tzotzil. Le informé la situación académica de su hijo y le notifique la inevitable reprobación de José Abel.





miércoles, 1 de julio de 2015

LOS DESACUERDOS FAMILIARES EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Por Joaquín Campos Galindo

La madre asegura que su hija pasa pocas horas frente al televisor. La abuela, quien cuida de la nieta mientras la madre sale a trabajar, refiere lo contrario. “Hace berrinches cuando le niego ver sus programas”, señala la anciana mujer. “¡Para estar escuchando sus gritos e insultos, mejor le entrego el control en sus manos! Se encierra en su habitación y nadie puede interrumpirla”.
Cuando los padres salen a buscar el sustento, aumenta la necesidad de las familias de recurrir a parientes cercanos para el cuidado de los hijos. Si la situación económica fuera holgada, o se queda uno de los padres al cuidado de los hijos o se contrata el servicio de terceros. Pero la realidad es otra. Los costos en los productos de la canasta básica aumentan con frecuencia y los ingresos quedan reducidos.
El padre de Lorena falleció cuando era apenas un bebé. Su madre ha superado parte de esa pérdida y ha decidido rehacer su vida con Ricardo. La niña presenta afectaciones emocionales y ha encontrado la forma de envolver a los tres adultos en ese torbellino de desconciertos. La abuela ha cedido a sus caprichos. La madre le cree a su hija cuando cuenta su versión de las cosas. Ricardo es cariñoso y atento con la niña. Él está muy interesado en los avances académicos que pueda tener la niña. Pero tiene la desventaja que lo descalifica ante los demás familiares, sobre todo con los parientes paternos: no es el padre biológico.
Cuando Lorena se le hace tarde para ir a la escuela, la abuela y la madre evitan la pena de dar la cara ante las autoridades educativas y solicitar el ingreso. Si alguna de las dos tiene la oportunidad de viajar y visitar a otros familiares, Lorena va con ellas. Cada vez que la niña se niega a hacer la tarea, discuten con ella, y los logros al respecto, son casi nulos.
El corazón de la madre se conmueve ante los lloriqueos de la hija. La abuela se torna en la reportera de los espectáculos de la niña cuando vuelve la madre del trabajo. La niña le toma rencor a la abuela y la madre se sienta a charlar “seriamente” con la hija. Llegan a un acuerdo sobre su comportamiento y se pone a hacer sus tareas escolares, las cuales deja a medias porque se cansa a los cinco minutos. No hay penalizaciones por su conducta en ausencia de la madre. La abuela se molesta y eso la ha orillado a dejar hacer a la niña lo que le plazca.
Lorena tiene serios problemas académicos y peligra su acreditación del curso de 3er. Grado de primaria. Ricardo convenció a la madre de enviar a Lorena a Terapias de Aprendizaje. Ahí hace la tarea y trabaja con actividades de habilidad verbal y pensamiento lógico matemático. Realiza actividades de concentración y recibe estimulación para mejorar sus habilidades de lecto-escritura. Al finalizar la sesión, sus padres reciben un reporte de trabajo y comportamiento; además se les indica las áreas para trabajar en casa y favorecer con ello a su crecimiento académico.
La niña ha avanzado poco por diversos motivos. La siguen consintiendo en lo que pide para vestir, comer o hacer por las tardes. Cuando puede faltar a la escuela, hace el esfuerzo para que no sea un solo día. Falta a las Terapias de Aprendizaje con frecuencia. Esto fortalece su chiqueado ímpetu para hacer las cosas. Se requiere propiciar en el entorno familiar un dialogo profundo, que genere una conciencia sobre la situación que se vive con la niña.
La familia necesita detenerse un momento y sus miembros deben poner sus mejores intenciones sobre la mesa de dialogo. Lorena sabe que todos discuten en torno a ella. Sabe que quien se enoja pierde; y ella elije ser mimada por aquel adulto que somete a los otros tras los jaloneos verbales. Ha descubierto que su mejor arma es taparse los oídos y esconderse de las discusiones; y lo más interesante del caso, es que sabe cuándo utilizarlo. Es más, sabe que si comienza a lloriquear, sacará mejor provecho.
Es necesario incluir a Lorena en la rutina de los deberes domésticos: que ordene sus útiles en la mochila y que guarde los juguetes; debe hacer su cama, colocar los zapatos en su lugar, guardar la loza menor, poner los cubiertos y las servilletas en la mesa. No está demás ponerla a regar las plantas de las macetas, recoger las hojas que caen de los árboles del patio, entre otras actividades más. Aunque lloré, aunque se ensucie, aunque se moleste y haga berrinches, la familia no debe doblegarse ante sus lloriqueos.
Alguien debería decírselo a la familia. ¿Usted lo haría?