Su español tenía un acento diferente y con una pronunciación
deficiente. El volumen de su voz contaba con pocos decibeles. Tenía que
acercarme a él con frecuencia para poder oírle. También debía pedirle que
repitiera lo que deseaba comunicar. A veces mezclaba palabras de su lengua
madre con el español que hablaba. Es más, prefería guardar silencio cuando no
podía articular las palabras correctas en español.
Llegó a ser alumno de mi clase de quinto grado a medio ciclo
escolar, tras la renuncia repentina de la maestra de grupo. Mi clase se volvió
un grupo binario, por atender cuarto y quinto grados al mismo tiempo, en la
misma aula. No fue mi prioridad aquel niño de mirada taciturna. Estaba
preocupado en encontrar las estrategias que me permitieran trabajar con ambos
grupos en el mismo espacio.
La situación académica de este alumno, era preocupante. No
reunía las características escolares mínimas para cursar el sexto grado. Si
estuviera en mis manos decidir respecto a su promoción o no de grado, considero
que si lo reprobaría. Sin embargo, las notas que registró la maestra que tuvo
en la primera parte del ciclo escolar, no harían posible la repetición de grado.
Para sorpresa mía, el siguiente año escolar tuve la
responsabilidad de atender a los alumnos del sexto grado. Me vi frente a él, y
pensé en el trabajoso año que pasaría con él. Decidí hacerlo leer. Que leyera
en silencio; que leyera en voz alta. Elaboré una serie de preguntas que
respondería tras hacer sus lecturas. Mejoró muy poco, casi nada, en los rubros
que deseaba que marcara diferencia en lo que le propuse.
No logré hacer que comprendiera los textos más sencillos que
encontré. En mi desesperación por los pocos avances, lo puse a copiar lecturas.
Textos cortos y largos; casi siempre se llevaba toda la mañana sin avances
significativos. ¡Qué decir de su caligrafía! Era pésima. No lograba, por más
esfuerzo que yo hacía, descifrar sus garabatos. Lo puse a realizar ejercicios
caligráficos. Trate en vano de hacerle memorizar un poema. Intenté que algunos
de sus compañeros le ayudaran, nada pudieron hacer. Busqué la manera que
contara frente a la clase sus vivencias durante las vacaciones. No pronunció
palabra alguna.
Se me acabaron las estrategias. Mi corta experiencia como docente
me ató para llevar el caso ante otros compañeros, ante la dirección o
compañeros de estudios. A veces los maestros nos enfrascamos en nuestras ideas,
creencias y estrategias, cuando hay un mundo en derredor nuestro dispuesto a
compartirnos sus herramientas. Este error de la novatez, el de suponer que
nadie nos tenderá la mano o prejuiciarse con el qué dirán, se paga muy caro
muchas veces.
Una mañana de invierno lo vi jugar basquetbol en el recreo.
Me llamó mucho la atención la forma como lanzaba el balón. Pensé para mis
adentros: sólo un niño zurdo podría hacer esos tiros o esos dribles. Yo no
tenía en el salón a ningún niño zurdo. Todos escriben con su mano derecha, juzgué.
Cuando concluyó el receso, esperé a la clase de pie junto a la puerta del
salón. Una vez que todos estuvieron dentro, llamé a José Abel al patio.
Sobre el cerco de matorrales de la escuela, la que colindaba
con un lote baldío, coloqué una botella de vidrio. Le pedí a él que tomara una
piedra y se la tirara a aquella botella. Mis sospechas eran ciertas, tomo la
piedra con su mano izquierda y la lanzó con una precisión envidiable al centro
de la botella. Emocionado por el descubrimiento, coloqué una segunda botella
sobre el cerco y le volví a pedir que repitiera su lanzamiento. Los pedazos de
vidrio volaron en todas direcciones.
Comenzó un largo interrogatorio de mi parte hacia él. Obtuve
pocas respuestas comprensibles y satisfactorias. Pero me quedó claro que aunque
escribía con la derecha, todas las demás actividades lo hacía como un niño
zurdo: amarrarse las agujetas, hacer un tiro al tablero, esquivar a un
compañero mientras jugaban a las atrapadas, sacarle punta al lápiz, borrar sus
garabatos en el cuaderno… un sinfín de cosas hacía de manera diferente a sus
compañeros.
Para leer la segunda parte de la historia, dar clip en: http://institutokng.blogspot.mx/2015/07/diestro-o-zurdo-segunda-parte.html
Llegó el periodo de exámenes del tercer bimestre durante la
siguiente semana y los resultados fueron desalentadores. Me dirigí a su casa
una tarde fría de marzo. Me recibió su padre, quien era maestro rural, en una
escuela bilingüe tzotzil. Le informé la situación académica de su hijo y le
notifique la inevitable reprobación de José Abel.Para leer la segunda parte de la historia, dar clip en: http://institutokng.blogspot.mx/2015/07/diestro-o-zurdo-segunda-parte.html
Leer TRADICIÓN VS NOVEDAD http://institutokng.blogspot.mx/2015/01/transformar-lo-tradicional-en-algo.html
Leer NO LES HAGA LA TAREA http://institutokng.blogspot.mx/2015/01/no-les-haga-la-tarea.html
Leer LA LECTURA: UNA NECESIDAD EN LOS NIÑOS http://institutokng.blogspot.mx/2015/01/los-ninos-necesitan-que-les-lean.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario