Por Galdino Enríquez Antonio
Instituto KNG
Cuando se hace acompañar a un sujeto, un objeto o un concepto
del adjetivo integral, se pretende
realizar una descripción que encierra la totalidad del sujeto, objeto o
concepto, incluye todas y cada una de sus partes. La palabra integral se
despende del término integrar, que significa constituir un todo, es decir, reunir las partes de algo para completar la
totalidad.
En términos pedagógicos, se habla de educación integral del estudiante cuando las instituciones educativas
integran en los procesos educativos todas y cada una de las facultades del
individuo. Existe un debate entre algunos especialistas entorno al número de
facultades del educando que deben atender las escuelas. Unos señalan que son
tres (físico, mental y espiritual), otros indican que son cuatro (incluyen la
dimensión social).
Otra discusión que se da en cuánto a las facultades a
desarrollar en el alumno, es respecto a la facultad espiritual, ya que por ser
México un Estado laico, optan por denominarlo moral, y se trabaja desde la
formación ética. Pero no es nuestro propósito definir el número de las
facultades o determinar la denominación propicia de cada una de dichas
facultades. Pero para efectos de los planteamientos en este post, trabajaremos
sobre tres facultades esenciales: la
física (cuidado del cuerpo), la mental (desarrollo intelectual) y la espiritual
(impulso de la moral).
Hasta hace poco, las
instituciones educativas se ocupaban principalmente del desarrollo mental o
académico de los estudiantes. Eran pocas las instituciones que se
preocupaban del desarrollo físico del alumno. El estudiante que era “ratón de
biblioteca” formaba parte del orgullo institucional. Muchas instituciones
celebraban con bombo y platillo los logros
académicos de sus estudiantes y eran la bandera que encabezaba sus
proyectos publicitarios.
Poco a poco se fueron insertando las actividades deportivas
en las escuelas hasta lograr que los estudiantes fueran importantes prospectos
en alguna disciplina. Algunas
instituciones se especializaron en deportes específicos: futbol,
basquetbol, natación, etc., lo que le permitió a tales instituciones tener un
prestigio en esa dirección. Se le dio impulso a la diversión y poca promoción a
la recreación. En ese sentido, el
trabajo manual ha sido atendido muy pocas veces. Y con el paso del tiempo,
descubrieron que en la formación de los estudiantes faltaba algo.
Considerando esto último, las instituciones educativas con
elementos religiosos en su haber, llevaban cierto avance en la integración y
desarrollo de las facultades esenciales. Numerosas instituciones comenzaron a
insertar elementos espirituales en su quehacer escolar, no necesariamente
católicas o protestantes, sino exportaron
corrientes espirituales de otras religiones, especialmente las orientales:
tibetana, sintoísta, budista, entre otras, que incluyen la meditación como parte fundamental de sus prácticas.
Ahora que hemos considerado la inserción de las facultades
esenciales en el desarrollo de las actividades escolares, miremos de nuevo qué
es la educación integral. Hemos dicho que la
educación integral contempla el desarrollo de todas las facultades, y
muchos colegios y universidades ya lo practican. Sin embargo, la educación
integral sigue estando incompleta, ya que numerosas instituciones inclinan sus
actividades hacia una de las facultades.
Algunas son predominantemente académicas, otras impulsan
enormemente el desarrollo deportivo, y en menor grado, promueven las
actividades espirituales, pero siempre cuidando de no caer en el fanatismo
religioso. Esto no es educación integral, la
educación integral contempla el desarrollo equilibrado de cada una de estas
facultades. Si una institución se inclina hacia una de ellas, el equilibrio
se rompe y deja de ser una educación integral. Este es el planteamiento
educativo que establece la escritora norteamericana, E. G. de White, en su libro
titulado “La Educación”.
Muchos de
los problemas que enfrenta la sociedad hoy en día, tiene que ver con el
desequilibrio que existe en el desarrollo integral de las facultades. Es una
tarea que no solo le corresponde a las escuelas, es necesaria la participación
activa de las familias, de la sociedad y sus procesos culturales, de los
gobiernos y sus políticas públicas, así como de la inclusión de las iglesias
como agentes educativos, aunque esto último requiera un debate aparte.
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